Publicado el marzo 25th, 2020 | por Huelva y sus fotografos
0Visiones por Antonio Pereira
“Si pudiera contarlo con palabras, no me sería necesario cargar con una cámara”
Lewis Hine.
Son ya muchos años viviendo nuestra Romería de una forma distinta a la mayoría de los piedralberos.
Yo no preparo trajes, ni caballos, ni monturas; sólo un equipo de fotografía para intentar captar los instantes que me abordan y dejarlos registrados para siempre.
Pongo toda mi ilusión y todo mi empeño en que estas estampas estén cargadas de belleza y transmitan vuestro sentir a través del mío.
Intento fotocopiar nuestra romería casi como un notario dejando constancia para que quien la vuelva a ver en el futuro, reviva lo que yo viví.
Persigo el momento y busco los lugares donde intuyo que se van a producir esas imágenes deseadas. Sin embargo, otras muchas surgen por casualidad, fruto de la buena suerte y de moverse mucho. (Si quieres hacer buenas fotos, cómprate unos buenos zapatos).
El Domingo temprano, una luz fresca y limpia en la Iglesia de El Almendro. Y después, a la fábrica de harina; a ver cómo caballistas y romeros se reúnen para emprender el camino hacia la ermita.
Los primeros, los mayordomos, que orgullosos se disponen a guiarlos.
Ya va la caballería serpenteando por nuestro mar andevaleño de jaras en flor.
En el Puerto del Vino, festival de color y alegría: cante y baile por sevillanas a la sombra de las centenarias encinas.
La llegada al Prado de Osma es otra estampa que no puede faltar. Con nervios y satisfacción tus hijos llegan a saludarte. Muchas veces desde dentro de tu ermita, como en un aguardo, he fotografiado caras sollozando al verte por primera vez en tu paso esas Pascuas.
Después de reponer fuerzas, espero uno de los instantes más especiales… LA PROCESIÓN.
¡Cuántas veces he visto a través de mi objetivo tu cara acariciada por los rayos del sol de Abril! En esos momentos mágicos, la veo tan cerca, tan cerca que parece hablarme. Te escucho decir: ¡Hombre Antoñito, otra vez aquí!
Y es que ya son más de treinta años de fotos a nuestra Virgen.
Recuerdo que una de aquellas primeras fotos se la regalé a mi abuela que la puso en su cabecera. ¡Qué orgulloso me hiciste sentir, abuela!
Aquí empiezan a sonar flautas, tamboriles y palillos.
Todos se preparan para tan anhelado momento.
Los que la llevan a hombros con orgullo, el capataz siempre atento al paso, los tamborileros, los responsables de llevar sus estandartes, los cirochos que, colocados en paralelo, esperan las indicaciones de su guía y los piedralberos todos que, junto a Ella, recorren el Prado de Osma.
Quisiera no permitirme ni pestañear siquiera, para poder retratar cada uno de vuestros gestos, cada una de vuestras emociones. Unos me sorprendéis por vuestra radiante alegría, otros por vuestra contenida tristeza. ¡Sólo Dios sabe por qué! Muchos, pensativos, haciendo alguna súplica profunda. Todos vais, seguramente, muy atareados conversando con Ella.
Quisiera verlo todo y poder así inmortalizar con mi cámara las estampas que en la procesión ocurren: Como la de una abuela que abraza con ternura a su nieto, vestido de cirocho, mientras al oído le habla de la Virgen, transmitiéndole casi jugando el amor por Nuestra Madre María Santísima de Piedras Albas.
Boquiabierto me quedo cuando veo bailar cada vez mejor a nuestros jóvenes cirochos. Es necesario reconocer y agradecer inmensamente el trabajo y la constancia de todas las personas que lo han hecho posible, incluyendo a sus padres.
¡Qué merito transmitir y mantener viva la herencia de nuestros antepasados en estos chiquillos!
Casi sin darnos cuenta, hemos llegado al olivo. Nuestra Madre vuelve a su casa.
El Martes, de nuevo en la procesión.
Pero hoy es diferente.
Un pensamiento flota en el aire.
Todos nos preguntamos lo mismo. En todos el mismo deseo.
La Virgen se acerca a la Cruz del Calvario mientras vivimos uno de los momentos cumbres de nuestra romería: La toma de pendones.
Entonces mi cámara se vuelve más atenta que nunca. Mis sentidos se agudizan para ver, sentir, oír quién o quiénes son los valientes.
¡Ya está! El pendón ondea muy alto. Una mano firme lo ha atrapado. Los llantos se mezclan con alegrías y enhorabuenas. Lluvia de besos y abrazos para ellos.
Es un momento sublime en el que las emociones se vuelven tan intensas…
Ahora empieza el final.
El sol ha reservado la más bella de sus luces para el regreso de nuestra Virgen a su ermita.
Yo no me canso de capturar momentos.
Ya el sol comienza a esconderse de forma más rápida. Creo que sabe que Piedras Albas se va a descansar hasta las próximas Pascuas.
La Señora ya está dentro.
Nadie se quiere marchar.
Si puedo, me quedo hasta última hora para captar alguna lágrima que se desliza por las mejillas de aquellos que ya están echándote de menos.
¡Así que aquí nos quedamos!
Ahora vamos a rezar y a cantarle por fandangos.
Sin querernos despedir, vamos saliendo despacio.
Todo esto ha pasado en un abrir y cerrar de ojos.
Y yo sueño con nuevas fotos de las Pascuas que vendrán.
¡¡Viva la Virgen de Piedras Albas!!
Salud y suerte infinita para todos.
Antonio Pereira Jiménez